Fabio Tarantino, artista ecléctico de corazón noble y pensamiento puro, madura su embrión muchos años atrás, pasando por todas las fases del desarrollo evolucionista animal, desde ser un individuo microscópico unicelular hasta convertirse en un organismo sorprendentemente más completo.
Alejado cuando era todavía un bebé de su ciudad natal de reminiscencia virgiliana (que posteriormente externará sus nobles hazañas en un muy conocido poema), deja Kripton tras haberse convertido en el pequeño ayudante preferido de Supermán (Kal El).
Llegado catastróficamente al etrusco archipiélago de plata, su afortunado encuentro con un tipo verde muy bajito y con orejas de soplillo, le permite desarrollar las notables dotes empáticas de Caballero de las Olas (posteriormente Maestro Jedi), con un grupo de facinerosos crea la asociación “los Iluminados”, en la que concibe la famosa teoría del “¿Quién Me Obligó a Hacerlo?”.
Desembarcado después en la yerma tierra de los lirios, tras haber estudiado con admirable provecho arte y otras cosas amenas en la misma escuela de Leonardo y Miguel Ángel (además de Donatello y Rafael), le toca realizar ingratos trabajos, reclutado a la fuerza por el notorio Estudio Fagin, pero fortifica a menudo su legítimo carácter tostándose al sol amarillo de su adoptiva y nunca demasiado amada península plateada, aprovechando las muy conocidas capacidades regenerativas de la electromagnética radiación.
Siendo todavía precoz asistente de bañistas, salva 3 pandas gigantes tras una fuerte indigestión de bambú y así, después de haber perdido tiempo suficiente con pseudo-cursos de estupenda instrucción propedeútica y con todo tipo de explotador gráfico-empresarial, se dedica ahora a hacer de superhéroe a tiempo completo.
Su carácter alegre y jovial, al mismo tiempo que firme y decidido, le permite desarrollar agradables relaciones (de trabajo) con todo individuo sospechoso o con toda merecedora especie de forma viviente y no viviente. Su proverbial habilidad y disciplina hacen de él uno de los pocos capaces de ejecutar toda clase de pensamientos vagos u ordinarios y de resolver todos esos problemas que afligen a la humanidad desde épocas inmemoriales.
En su sesquipedal experiencia ha visto gente (o se ha negado a verla) y ha hecho (o se ha negado a hacer) innumerables cosas que propiamente los comunes mortales no se imaginan ni en sueños; todo ello sin siquiera asumir responsabilidades y/o sustancias de peligrosos, aunque placenteros, efectos colaterales.
